Por: Guillermo Marín
* Los legisladores se equivocaron nuevamente al confundir “arte” por Cultura.
* Se niega la Cultura Madre de los vencidos y se impone la hegemónica de los vencedores.
* Los legisladores se equivocaron nuevamente al confundir “arte” por Cultura.
* Se niega la Cultura Madre de los vencidos y se impone la hegemónica de los vencedores.
La Cámara de Diputados demuestra, una vez más, la ignorancia que tiene sobre las leyes que dictamina y aprueba. En este país Colonial de “criollos extranjerizantes”, se niega LA CULTURA ANCESTRAL INDÍGENA y se anteponen las manifestaciones artísticas europeas, para oponerse a la irrefutable realidad del México Profundo. No se puede y no se debe “confundir el arte con la Cultura”.
El arte es una mínima expresión de la Cultura de un pueblo. La Cultura es la interpretación más elevada de la vida y el mundo, que un pueblo ha ido creando y recreando a través del tiempo, y que sirve para satisfacer las necesidades básicas de subsistencia material, para inmediatamente satisfechas, satisfacer las necesidades espirituales de trascendencia de la existencia.
La Cultura profunda y ancestral, de los que hoy nos llamamos mexicanos, indudablemente sienta sus raíces hace ocho milenios, cuando nuestros Viejos Abuelos descubrieron la agricultura e inventaron el maíz y la milpa. A lo largo de milenos desarrollaron una serie de conocimientos del mundo material y una elaborada y compleja red de intrincados significados espirituales, que le daban valor trascendente a la existencia humana.
No se puede negar, que hoy, los mal llamados mexicanos (porque no todos somos mexicas, pues hay zapotecas, mayas, mixtecos, etc.), vivimos una cultura mestiza, como todos los pueblos del mundo. Pero que la gran estructura que sostiene a nuestra Cultura actual es innegablemente indígena. Tampoco se puede negar las valiosas apropiaciones e influencias que ha recibido esta matriz cultural en estos casi cinco siglos, de las culturas de Europa, Asia y África. Sí, somos orgullosamente mestizos, pero también orgullosamente estamos conformados estructuralmente, en lo ontológico y filosófico, por los valores y principios de la milenaria Civilización del Anáhuac.
La forma de ver y entender el mundo y la vida, en lo esencial, tiene su fundamento en la ancestral percepción indígena del Anáhuac, en todos “los mexicanos”. No solo en los indígenas y campesinos (que también son mestizos culturalmente), sino en la gente urbana y más occidentalizada. Hasta en los mismos extranjeros y criollos, que por vivir en esta Cultura milenaria, inconsciente e imperceptiblemente se han transformado.
Esta percepción profunda e intangible de la Civilización del Anáhuac, se da en la forma de ver y entender el mundo y la vida. En la forma de conceptualizar a la familia, la amistad, el trabajo, la festividad, la naturaleza, la comida, la diversión, la autoridad, la comunidad, la hospitalidad y hasta la forma de luchar. Llegando hasta renglones tan profundos como lo divino y lo sagrado.
Pero desde 1521 la Cultura que se desarrolló a lo largo de siete milenios y medio fue violentamente proscrita, negada y perseguida. A partir del 13 de agosto de 1521, por ejemplo, las danzas de los “naturales” fueron prohibidas y en su lugar se impusieron las españolas. Este cambio tan violento se ha mantenido a través de una feroz lucha de opresión y resistencia. Opresión por los conquistadores, colonizadores, cristianizadores, civilizadores, modernizadores, integradores, neolibaradores y globalizadores. Resistencia por los pueblos indígenas y mestizos (rurales y urbanos) que han, terca y heroicamente, resistido las sucesivas envestidas del extranjero y el criollo, hasta mediados del siglo XX, pues la radio, la televisión y el consumismo, han dañado más en 50 años que en cinco siglos de colonización.
Ahora los “mestizos y criollos ilustrados”, legislan sobre “el derecho al acceso a la cultura”. Como sí la Cultura fuera algo ajeno al ser humano y al pueblo. Cada persona en particular y el pueblo en general, tiene su propia visión del mundo y la vida. No existen pueblos o individuos “sin cultura”.
Lo que sí es cierto, es que existe una cultura hegemónica o dominante. Que en este caso es colonizadora y producida y reproducida por los extranjeros y los criollos (los vencedores). Y existen culturas dominadas o subalternas (los vencidos). Una cultura se impone y la otra se niega. Una tiene todos los recursos que el Estado destina a su promoción y difusión. Las otras solo tiene los pocos recursos y la voluntad de las comunidades que estoicamente las sostienen.
Ahora los magnánimos legisladores, en abrumadora mayoría, han acordado que, “constitucionalmente”, el pueblo (los vencidos) tenga el “derecho” de abrevar en la cultura dominante (de los vencedores). Es decir, a la cultura de las bellas artes europeas, la de la creación artística, que desde 1521 copia, de manera tardía y con mala fortuna, las creaciones originales de Europa. ¿Será que “constitucionalmente” tendrán derecho a entrar al Palacio de Bellas Artes y a todos “los elefantes flancos”, que existen en el país, para “disfrutar del ballet, la opera, las sinfónicas, las exposiciones plásticas, las funciones de teatro? O quedará en papel ese “derecho”, como el de tener educación integral y un trabajo digno.
O será que los legisladores están reconociendo la injusticia histórica de la negación de la Cultura Madre, y para resarcir esta bestialidad colonizadora, ahora hará un derecho, la revaloración de “la Cultura propia nuestra”. Será que la SEP, Televisa, TVazteca y todos los medios, iniciaran por mandato constitucional la revocación de la actitud colonizadora y se revalorará y dimensionará en toda la medida que le corresponde, el valor y peso de la Cultura Madre. Será que el Estado se abocará a echar marcha atrás en el proyecto cinco centenario de hacer del pueblo invadido “indefensos extranjeros incultos en su propia tierra” y convertirlos en orgullosos y dignos herederos de una de las seis civilizaciones más antiguas del planeta. Será que se acabaron por ley constitucional los vencedores y vencidos.
Los pueblos que conforman “el país de los criollos llamado por ellos, México”. Tienen su propia Cultura. Más o menos penetrada por la cultura dominante, haya sido española, francesa o ahora norteamericana. Esta “Cultura” les permite interpretar su propia vida y darle significados, sea cual sea. Como hijos del “canal de las barras y las estrellas”, o como hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas. O una mezcla de las dos y de otras más. Pero cada pueblo, cada familia y cada individuo, tienen su propia cultura.
Cómo es posible entonces, que los diputados hagan “un derecho constitucional”, el acceso a sí mismos, de los propios ciudadanos. Los legisladores se equivocaron nuevamente. Confundieron “arte” por Cultura. Y colonizadamente, la cultura a la que ellos se refieren es a la de “las bellas artes europeas”.
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