Por: Martín Moreno
Hacienda, Segob,
SRE: el fiasco Casi un año…y no hay resultados Peña Nieto hizo malas apuestas
para el gabinete presidencial: perdió a un buen secretario de Hacienda, y
ganó a un mal Canciller.
En Hacienda, José
Antonio Meade era el garante de la estabilidad económica del país, tenía
los hilos de la conducción financiera – bajo una economía interna en
crecimiento y confiable-, pero ha sido una nulidad como secretario de
Relaciones Exteriores.
No ha dado una,
como en el caso Venezuela. Y Luis Videgaray -en prácticamente un año ya de
gobierno peñista-, nos metió de nuevo en la crisis económica y arroja
resultados tan mediocres como alarmantes: México sólo crecerá 0.9% en 2013
(Banxico). Es decir: nada.
Desempleo con
2.7 millones. El endeudamiento público más alto desde 1990. Producción
industrial cayó 1.6%. Desplome brutal en la industria de la construcción del
8.3%. Videgaray cometió un error gravísimo que hoy todos pagamos: politizó a la economía, al
estilo del viejo PRI.
Cerró la llave
del gasto público durante 2013, para abrirlo en 2014 y capitalizarlo
electoralmente en 2015. Las consecuencias han sido terribles. La economía
mexicana, simplemente, se ha desplomado.
Eso en lo
económico. ¿Y en lo político? Una de dos: o Peña Nieto le tiene mucha
confianza a Miguel Ángel Osorio Chong o, simplemente, le dio
superpoderes en Gobernación para desgastarlo y reventarlo al mediano
plazo.
Así recuperaría
el Grupo Toluca esa posición clave y habría pagado su cuota partidista. Hoy por hoy,
Osorio Chong está rebasado. Atribulado, ya
no sabe por dónde le llegará el conflicto.
No tapa un hoyo y se le abre
otro. Guerrero, Michoacán, Chihuahua, CNTE, Pacto por México desinflado,
violencia, y muchos problemas más, apabullan al ex gobernador de Hidalgo… ante
la mirada apacible de Los Pinos y de los hombres del Presidente. Total:
Osorio Chong no es del Grupo Toluca. Que se joda pues.
¿Alguien sabe
qué ha hecho Rosario Robles en Desarrollo Social, aparte de cerrar los
ojos ante el uso y abuso de programas sociales con fines político- electorales
en beneficio del PRI?
¿Alguno conoce
lo que ha hecho el iracundo Manuel Mondragón y Kalb como Comisionado de
Seguridad Nacional, además de fracasar durante casi un año en mejorar la
seguridad, carecer de estrategia para enfrentar al crimen organizado y ser
incapaz de arrancar siquiera la malograda Gendarmería?
¿Alguien sabe
qué ha hecho Ildefonso Guajardo en Economía, aparte de nada para detonar
la actividad económica, sin apoyos a las pequeñas y medianas empresas y bajo la
corrupción y el disimulo oficial para con los empresarios del país?
¿Alguno conoce
lo que ha hecho Emilio Chuayffet en Educación, además de ser vencido por
la CNTE, solapar el pago de salarios a maestros faltistas a pesar de no
impartir clases, como ocurre en Chiapas y Oaxaca, por poner sólo dos ejemplos,
o ser increpado de manera vergonzosa en Madrid por el caso Acteal que no se
olvida?
¿Alguien sabe
qué ha hecho Claudia Ruiz Massieu Salinas –sobrina de Carlos Salinas de
Gortari-, en Turismo, aparte de carecer de programas emergentes para reactivar
a Acapulco y a otros lugares devastados por los huracanes “Manuel” e “Ingrid”,
y de sobrevivir en la política sólo por el recuerdo de su padre, José
Francisco, asesinado por la mafia priista?
¿Alguno conoce
los nombres, siquiera, de los secretarios de la Reforma Agraria o de la Sedatu?
Sin resultados. Sin avances. Y ya llevan casi un año de gobierno.
José Antonio
Meade era un buen secretario de Hacienda. Conocido y
respetado en los medios financieros internacionales. En noviembre de 2012
mantenía el crecimiento y la estabilidad económica, factor de tranquilidad
durante el cambio de gobierno.
Sin embargo,
como secretario de Relaciones Exteriores ha sido –ad hoc a su condición
financiera-, un cero a la izquierda. Cuando se develó el espionaje del gobierno
de Estados Unidos hacia México, en temas militares, comerciales y energéticos
–incluidos ojos y oídos contra Calderón y Peña Nieto-, el canciller Meade
prefirió el disimulo diplomático.
Ningún reclamo
enérgico o una protesta firme ante Washington. Nada. En este conflicto, Brasil
le dio una lección a nuestro gobierno de cómo reaccionar. Meade cruzado
de brazos y firmando pasaportes. Ese es nuestro Canciller.
Y en el caso del
avión mexicano derribado en Venezuela –“iba al full de droga”, dijo el
presidente Nicolás Maduro-, la actuación de la SRE, de Meade y del gobierno, ha
ido de lo penoso a lo ridículo.
¡No se vaya a
molestar el pajarito de Maduro! ¿De quién era el avión mexicano derribado en
Venezuela? ¿Quiénes lo abordaban realmente? ¿Llevaba droga como acusó el locuaz
de Maduro? ¿Por qué no se ha exigido una explicación clara al gobierno venezolano?
¿Por qué el pasmo ante un conflicto que, en cualquier territorio del mundo,
hubiera sido un escándalo mayúsculo?
No se puede
derribar aviones nada más por que sí. O bajarlos y desaparecer a sus
tripulantes. Como haya sido. Lo dicho: perdimos un buen secretario de
Hacienda, y ganamos a un mal Canciller.
Y el caso de Luis
Videgaray va ligado. El amigo más cercano al presidente Peña Nieto, su
brother toluqueño, su confidente, ha sido un desastre en la Secretaría de
Hacienda. Ha llevado a la economía al filo del abismo. Se la entregaron
estable. Hoy la tiene en
picada.
Videgaray no quería ser secretario de Hacienda. Y eso fue
evidente durante los primeros meses del gobierno peñista. De entrada, Videgaray
no entendió la importancia de dedicarse al cien en Hacienda y en la conducción
de la economía nacional. Se dejó llevar por la inercia y aparecía por todos
lados de la mano del Presidente, en la foto, bajo el reflector.
Dama de
compañía. “…si insiste en ser el acompañante permanente de Peña Nieto, su
sombra y su ujier político durante las giras presidenciales, entonces sí que
tenemos un problema”, escribí en aquella columna de junio pasado.
Hoy, Videgaray –sin las luces personales de Meade, ni
mucho menos el reconocimiento, ni el peso en los medios financieros
internacionales, limitado a manejar las arcas mexiquenses-, ha recurrido a
la vía suicida para la economía: el endeudamiento público.
El más alto de
los últimos 23 años. Al estilo de López Portillo. Y ello, en un gobierno sin
transparencia, cerrado a rendir cuentas, será fatal para México.
No saben o no
pueden o no quieren. O carecen de un
jefe que sí sepa, que sí pueda o que sí quiera. Lo que sea. Pero el gabinete de
Peña Nieto ha sido errático, enano. Un gabinetito que ya nos hubiera ofrecido
algo más que el discurso, la demagogia, la retórica o la saliva. El sello de la
casa. No dan una. Y eso que ya cumplen un año de gobierno.