miércoles, 11 de agosto de 2010

Inseguridad pública: causas y soluciones


Por: Bernardo López Ríos

Para quienes nacimos en la década de los 60's nos es fácil recordar el ambiente social de seguridad en México.

En el Distrito Federal podíamos platicar con el dependiente de una tienda sin rejas de por medio, como empezó a ocurrir en el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1986). Abordar un taxi en la noche era lo más recomendable sin necesidad de que fuera de "Sitio" y casi nadie tenía algún familiar que hubiera sido asaltado y los "carteristas" no llegaban a ser crueles ni a ensañarse con la víctima como sucede hoy en día.

Reflexionando sobre estos hechos podemos concluir que el crecimiento de la inseguridad pública en México se debe fundamentalmente a las crisis económicas provocadas por la corrupción pública y a la educación pública laica, sin valores éticos universales y trascendentes ni meta moral última.

Señalar ésta última causa actualmente equivale a referirse a un tema tabú, porque rara vez los analistas hacen referencia a este dato sociológico.

El año pasado se publicó la siguiente nota periodística:

México, quinto lugar mundial en delincuencia
"La descomposición de las estructuras sociales en México han propiciado que el país se encuentre hoy en el quinto lugar mundial con altos índices de delincuencia organizada, y en el decimotercer sitio en delitos de orden común. Esta situación se debe a que uno de cada cuatro mexicanos es víctima de un crimen cada año...

"De acuerdo con un reciente estudio, la criminalidad aumentó en 107 países que focalizaron la lucha contra la delincuencia organizada con mecanismos represivos y no con preventivos –cómo sucede en México" (Periódico La Jornada, 24/enero/2009).

En 1955 (hace más de medio siglo) el gran autor M. Raymond escribió:

Nadie puede creer que una educación laica produzca una promoción de santos graduados. Ni tampoco que la educación laica universal pueda producir un pueblo temeroso de Dios y, mucho menos, amante de Dios.

Aun menos se dará el caso de que quienes jamás han conocido el amor ni el temor, amen ni rspeten a su prójimo. Por eso precisamente es por lo que se necesitó acuñar ese término -que suena bien, pero que tiene un significado terrible- de "el inaptado social". ¡Se "educaron" en nuestras escuelas, no lo olvidemos!...

¡Miremos nuestras escuelas! En ellas se enseñan todas las "guías" menos una, en la que, justamente, han de basarse las demás. Sin ella, todas las otras son como un barco sin timón o una cometa sin cola. Son peligrosas. La sociología sin teología es como un hombre sin cerebro...

Una sociología sin Cristo, es como una psicología sin alma y una lógica sin pensamiento... Pero para remachar bien el clavo, me permito recordar que la sociología y la educación, así como la caridad ¡comienzan en el hogar!...

Lo mismo que cuando aludo al Estado nunca parecemos daros cuenta de que estoy hablando de NOSOTROS. NOSOTROS somos el Estado, y, hasta cierto punto, el sistema educativo... si el mundo ha de salvarse, ¡NOSOTROS somos quienes habemos de salvarlo!...

... necesitamos un renacimiento del amor. Pero nunca podremos tenerlo hasta que Jesucristo, el mayor Amante de todos los tiempos, ocupe su lugar debido como centro de todos los corazones y se convierta en la única inspiración de todos los hombres. (Cf. M. Raymond, Un trapense encuentra el valor de "X", STVDIVM, Madrid, 1955, pp. 68-75)
En México la educación laica, entendida como la actividad docente que prescinde de la instrucción religiosa, se fraguó en los comienzos del siglo XIX mediante la acción de la corriente liberal. Valentín Gómez Farías, José María Luis Mora, Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo y Benito Juárez primero y Justo Sierra, Gabino Barreda y Manuel Baranda después, consolidaron su aplicación.
Para acabar con la inseguridad pública

El jefe de policía de París, después de un disturbio comunista, pidió que se aumentara el número de los policías. Pidió mil hombres más, porque de lo contrario, no podía responder de lo que pasara. Ya estaba París atestado de policías, policías a pie, policías ciclistas, policías motorizados… Reflexionemos sobre esta noticia:

El famoso escritor francés, Víctor Hugo, hizo una vez esta solemne manifestación en el Parlamento: Cuántas escuelas abrís, tantas prisiones cerráis.

Y empezó la construcción febril… Brotaban las escuelas como hongos. Pero… no se permitió hablar en ellas de Dios, ni de religión, ni de vida eterna, ni de responsabilidad ante el Señor… Y así iban las cosas desde el año 1882. Llegó a su madurez esa generación de “educación” laica sin Dios y, a pesar de las escuelas, se pedían para contenerla mil policías más.

¿Podrán lograr mil policías a fuerza de violencia el respeto a la ley que sólo Dios puede dotar de autoridad? ¿Serán suficientes en momentos de conmoción? Por sobrada experiencia sabemos que no. Si la autoridad y el respeto a la ley no son sostenidas por la fe anclada en Dios, entonces nada es capaz de sostenerlos. ¡Ni la cultura! ¡Ni la escuela! ¡Ni la policía! ¡Ni las ametralladoras!... sólo puede sostenerlos la ley divina, el cuarto Mandamiento.

Si el Señor no construye la casa, en vano se esfuerzan los albañiles, si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela (Salmo 127).

1 comentario:

  1. La religion a sido la causante de guerras, no se como esperan que sea la fe la que nos de seguridad

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