viernes, 3 de febrero de 2012

¡Qué vergüenza!

Por: Jesús Gómez Fregoso
PERIODICO MILENIO

Aunque el Guadalajara sigue siendo el equipo más popular de México, el señor Jorge Vergara está acabando con su afición en la Perla Tapatía: basta ver las tribunas vacías del Omnilife, recordando los juegos en el Parque Oro y en el Estadio Jalisco.

Fue en 1959, si la memoria no me falla, cuando el Guadalajara resultó campeón, el Atlas sub-campeón y el Oro en tercer lugar. Ahora, al comenzar el 2012, los tres equipos tapatíos ocupan los últimos tres lugares, y los infelices Leones Negros, en la División de Ascenso, dan puras vergüenzas también. Se ha dicho que Quirarte recibió un Ferrari y entregó un Vocho; pero resulta peor decir que el señor Jorge Vergara recibió un símbolo nacional y está presentando una simple marca comercial que cada vez va alejando a los aficionados Chivas.

Jalisco, desde el siglo XVI, era el gran adversario del Virrey de Nueva España, de la ciudad de México. Guadalajara pronto tuvo Audiencia, que competía con la de México. En 1821, Jalisco, o la Nueva Galicia, se independizó de España antes que la Nueva España, que México; y en 1824, fue el estado que inició el Federalismo, opuesto al centralismo de México. Tan importante y tan independiente fue Jalisco que, para debilitarlo, le quitaron los cantones de Colima y Nayarit. La gran oposición a los caudillos, a Obregón y Calles, se dio en Jalisco. Hacia 1950 se fue gestando en el futbol el gran enfrentamiento entre “los cremas” del odioso América y las Chivas Rayadas del Guadalajara. Los capitalinos, millonarios, achilangados y extranjerizados se enfrentaban al Guadalajara, representante de los pobres, provincianos, siempre muy mexicanos. No olvido aquel juego, no sé si era de Campeón de Campeones, cuando la selección nacional, con 8 jugadores del Guadalajara, había jugado un jueves, y el domingo siguiente, esos ocho jugadores, con tres más, se enfrentaron al América. En los primeros minutos les expulsaron a los tapatíos a su centro delantero, Héctor Hernández y a su defensa el Tigre Sepúlveda, quien al salir del terreno de juego, se quitó su playera rojiblanca y la extendió sobre el pasto: “con la pura camiseta tenemos para ganar”… y ganaron.

Aunque el Guadalajara sigue siendo el equipo más popular de México, el señor Jorge Vergara está acabando con su afición en la Perla Tapatía: basta ver las tribunas vacías del Omnilife, recordando los juegos en el Parque Oro y en el Estadio Jalisco. La afición Chiva era predominantemente de la parte oriente de la ciudad. La gente en su gran mayoría llegaba en el transporte urbano, en camión, o a pie. Durante muchos años, mi rutina dominical, cada quince días, era asistir al Jalisco. Cómo gozaba yo con el bullicio de entrada: con las abuelas, con su camiseta de las Chivas, llevando a sus nietos al juego. Con todos los puestos de alrededor, las fritangas, las guasanas, la birria de borrego, no de chivo, porque a los maridos de las Chivas se les respetaba, con los lonches de El Pesebre, con las tortas ahogadas, las aguas frescas, las playeras piratas, los puestos de papitas y de churros, los que pintaban el escudo de las Chivas en los cachetes de las muchachas bonitas. Ya en el juego, la refrescante cerveza para el sol de medio día; el grito de ¡Chivas, Chivas!, las rechiflas al equipo contrario, la euforia cuando se anotaba un gol a favor. En el último campeonato en el Jalisco, el seis a uno contra los Toros Neza, asistí con mi amigo, el Doctor Manuel Fajuri, que había sido médico del Atlas durante 10 años, y al terminar el juego, mi amigo atlista estaba tan eufórico, que tuve que manejar yo al regreso: un atlista festejando como el chiva más recalcitrante.

El señor Vergara acabó con todo eso: nunca entendió que las Chivas no eran un simple mecanismo para ganar dinero: eran un símbolo jalisciense y nacional. Ahora, cuando las Chivas del Rebaño Sagrado ganan, me da gusto (“Un viejo amor….”); pero cuando pierden, como ahora que andan por los suelos, la verdad ya no sufro: perdió “el conjunto con el que el señor Vergara hace dinero” y, que, aunque él no lo entienda, en un estadio, muy elegante, según me cuentan los que lo conocen, ha ido alejando a la afición que, antes de Vergara, nos hizo tanto gozar y sentirnos orgullosos. Los Chivas de corazón no vamos al Omnilife para no darle ganancias al señor Vergara al que sólo le importa el dinero y lo tienen sin cuidado las Chivas y su afición.

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