jueves, 16 de octubre de 2008

MIEDO


Por: Jorge Grajeda

ASI-JALISCO

Todos alguna vez hemos sentido miedo, temor tanto a lo conocido como a lo que no lo es. El miedo no es exclusivo del ser humano, los animales también temen y hacen del temor parte de su vida, pues en ocasiones les evita la muerte. Digamos que el miedo es un mecanismo de sobrevivencia, un elemento indispensable, instintual, útil. El temor a resbalar hace que pisemos con cuidado en los días lluviosos, el miedo a chocar hace que disminuyamos la velocidad de los autos, el miedo al castigo hace que el niño no desobedezca a sus padres.

Sabemos con certeza de la influencia que tiene la mente sobre el cuerpo y viceversa, bien lo dice un antiguo proverbio: “mente sana en cuerpo sano”. Cuando a un hombre o animal se le somete a periodos prolongados de miedo enferma, su salud se deteriora a tal extremo que puede llegar a morir.

Vamos ahora a examinar el “cuerpo social”. Vivimos actualmente en una sociedad sustancialmente distinta a la de hace un par de décadas en lo que al temor se refiere; quien antes mantuviera las puertas de su casa abiertas era calificado de hospitalario, quien hoy lo hiciera seria tachado de estúpido; y quien da un paseo por el barrio a las diez de la noche ya no es un bohemio sino un necio. Todas esas actitudes de confianza y despreocupación han caído en el desuso, incluso son consideradas como anormales.

Cuando el miedo se convierte en lo usual, cuando es normal esperar ser agredido en ciertas circunstancias, y pensar lo contrario es pura ilusión, nos encontramos ante un síntoma de una sociedad enferma, pues si para el cuerpo es saludable el equilibrio térmico, para una sociedad lo es la confianza y libre interacción de sus integrantes.

Somos parte hoy en día de una sociedad enferma, la economía de los ciudadanos se encuentra dañada, así como la confianza en sus autoridades, legisladores y guardianes; la credibilidad en los sindicatos, organismos gubernamentales y partidos políticos, si existen, es mínima; la corrupción y el miedo se nos han vuelto cotidianos.

En Jalisco tenemos el dudoso honor de figurar entre las entidades más violentas; solo en el Distrito Federal se cometen más actos delictivos que en la zona metropolitana de Guadalajara, pero no hay que olvidar que la capital del país es cuatro veces más grande. De esta manera, un tapatío es por lo menos dos veces más vulnerable al delito que un habitante de la ciudad más grande del mundo.

Un enfermo o sana, o se vuelve crónico, o se muere. ¿A donde va esta sociedad enferma? Es difícil saberlo a ciencia cierta, pero por lo pronto no existen indicios claros de recuperación, y nos cuesta trabajo imaginar una situación peor, por el bien de todos esperemos que la etapa critica esté por pasar.

Para curar una enfermedad es necesario identificar su origen, ¿Qué ha causado el alza vertiginosa del sentimiento de inseguridad, de miedo? Por un lado tenemos a los llamados “delincuentes por necesidad”, personas a las que las circunstancias económicas han orillado a buscarse los medios de subsistencia por vías antisociales, esto acaso se entiende, pero de ninguna manera se justifica y podemos llamarlo una salida fácil o simplemente un disfraz de la falta de conciencia y creatividad de estas personas.

Por otro lado tenemos la actitud permisiva de las autoridades que al no castigar de manera ejemplar el delito lo estimulan, en un acto de soberana tontería han canjeado el temor que todo delincuente debe tener a su castigo por el miedo de todos los ciudadanos. Para un malviviente vale la pena el riesgo que corre al robar o asesinar, pues en el remoto caso de que sea detenido, si mal le va pasara a un corto tiempo en la cárcel, aprendiendo nuevas estrategias y haciendo amistades ventajosas, manteniéndose del dinero de nuestros impuestos. Muchos de ustedes se preguntaran: ¿Como es posible que esto ocurra? Las estupideces no tienen respuesta.

Pero aquí no termina todo, pues una vez localizada la causa de la enfermedad es conveniente que se administre la medicina adecuada en las dosis convenientes. ¿Qué hacen las autoridades para remediar el mal del miedo? Para empezar nos dicen que nosotros somos los responsables por nuestros hábitos descuidados y ostentosos; y por ultimo contratan más policías, en otras palabras arman a más individuos, multiplican las posibilidades de que mas ciudadanos sean atropellados ahora por estos que muchos han dado en llamar “delincuentes autorizados”.

Hace como varios años pasados tuve oportunidad de enterarme de una heroica acción policíaca. Sucedió el hecho en el centro de la ciudad, exactamente atrás del antiguo templo de Santo Tomas, actual Biblioteca Iberoamericana, en donde se presentaron varios uniformados e inspectores para hacer cumplir las ordenes del protector de la ciudad Ing. Cesar Coll, en el sentido de desalojar del primer cuadro a los peligrosísimos vendedores ambulantes. En dicho lugar acostumbrada desde hace un tiempo hacer de las cuyas un facineroso invidente que se ganaba la vida tocando unos teclados a cambio de algunas monedas que los peatones le obsequiaran; se resistió a ser desalojado del lugar, y como es normal, los guardianes del orden tuvieron que usar la fuerza, ocurrió entonces que un innoble ciudadano salio en defensa del temible ciego, así que los policías…. ¡Acertó! Pidieron refuerzos que después de un breve forcejeo y una que otra patada lograron someter ante el alivio de todos los espectadores al nefasto par. Aplaudimos todos la valiosa actuación de la ley ente la delincuencia organizada.

Espero que la vida nos alcance para poder ver a nuestro país de la triste enfermedad del miedo. Por lo pronto tenemos el país que según nuestras acciones u omisiones nos hemos merecido.


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