Por: Rosaura Barahona
COLUMNA INVITADA
Perdón por el lenguaje, pero hoy no puedo ser delicada.
En México, "mentarse la madre" es algo cultural y complejo. Hay mentadas que son ofensivas y pueden provocar conflicto entre quien insulta y quien es insultado, pero también hay mentadas afectuosas que no tienen intención de dañar, sino de jugar.
¿Le parece extraño? Lo es, pero los mexicanos tendemos a manejar las
cosas para disfrutarlas más y distinguimos muy bien entre un tipo de mentada y
otro.
Por eso hay de mentadas a mentadas y la que nos acaban de recetar a los
mexicanos al declarar a Raúl Salinas de Gortari inocente de todos sus delitos y
robos descarados es una que cumple con todas las de la no-ley.
Si Raúl Salinas de Gortari es inocente, yo soy Cleopatra.
Raúl Salinas fue acusado en 1995 de ser el autor intelectual del
homicidio de José Francisco Ruiz Massieu -por el que fue absuelto 10 años
después- y de los delitos de peculado, lavado de dinero, defraudación fiscal y
enriquecimiento ilícito por 224 millones de pesos.
Salinas compró 49 bienes inmuebles en el Distrito Federal, Edomex,
Guerrero, Morelos, Nuevo León y otras entidades con recursos que no podían
justificarse con sus ingresos como funcionario público.
¡Bien por nuestro sistema de justicia que nunca puede probar nada, a
menos que se trate de fregar a los pobres o a los funcionarios y empresarios
que se alíen contra ese sistema!
Millones de nosotros escuchamos la conversación telefónica, televisada,
entre Raúl y su hermana Adriana en la que Raúl, entonces encarcelado, decía que
Carlos, su hermano Presidente, estaba perfectamente enterado de la cantidad de
pasaportes con identidades falsas que el propio Raúl usaba para sacar dinero de
México a sus cuentas del extranjero.
Por eso este tipo de mentadas de madre, de las cuales los mexicanos
hemos recibido muchas a lo largo de nuestra historia, nos desinflan el alma.
Tenemos, por desgracia, muchos ejemplos más, pero tomaré sólo uno:
Carlos Romero Deschamps.
Al señor se le ha grabado jugando y apostando fortunas en Las Vegas,
hemos visto sus insultantes relojes de lujo y las fotos de su hijita volando en
un avión particular de lujo (pagado por nosotros), con sus perros de lujo, con
bolsas de lujo y hacia destinos de lujo.
¿Y? Nada. Nadie le pide rendir cuentas; bueno, sí, muchos se lo pedimos,
pero le vale sorbete porque el sistema y los Presidentes que le han tocado
aprueban su conducta.
Raúl y Romero Deschamps son ejemplos de cómo el mágico manto de la
impunidad cubre a algunos personajes famosos y los vuelve invulnerables, les
protege su talón de Aquiles y los blinda a tal grado que ni la kriptonita los
puede debilitar.
Los Salinas, educados por su padre para ser políticos y hacer negocios
de los que sí valen la pena, son inteligentes, agradables, preparados, hábiles
y saben cultivar las relaciones necesarias para establecer fuentes de riquezas
complejísimas y seguras.
Todos se han enriquecido cuanto y como han querido, pero nadie les hará
nada. Por eso la decisión del Tercer Tribunal Unitario Penal del Distrito
Federal, que lleva un mes sin titular, exoneró a este esforzado trabajador que
ahorró 224 millones de pesos a base de trabajo arduo y honesto.
Esta decisión reconfirma la relación entre Salinas de Gortari y el
actual pseudogobierno, incapaz de gobernar.
Junto con esta alentadora noticia, recibimos otra: el Sistema Nacional
Anticorrupción no fue aprobado en la Cámara de Diputados porque los priistas se
negaron a dar más facultades a la Auditoría Superior de la Federación (ASF)
para trabajar a tiempo real.
En mal momento nos embarran la inocencia de Raúl Salinas en la cara y el
rechazo de la propuesta anticorrupción.
Tenemos un Presidente confundido: cree que su función es dar discursos
vacíos, en vez de enfrentar una crisis gubernamental que jamás imaginó y cuyo
manejo requiere de un estadista, no de un político hechizo por un grupo de
poder y una televisora.
Hay muchos Raúles más. Ojalá la verdadera justicia se aplicara a alguno
para mostrar que las cosas pueden cambiar.
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